Camino, cámara en mano, por las calles de Palizada, en el Estado de Campeche. Los habitantes de este apacible pueblo ribereño están ocupados en sus asuntos habituales y, más allá de dirigirme alguna sonrisa, no me prestan demasiada atención. La presencia de viajeros es frecuente en esta localidad, designada “Pueblo Mágico” de México en 2011 por su belleza y sus tradiciones. Palizada está emplazada en los territorios ancestrales de los nahuatl y chontal, pueblos que vivieron en estas tierras durante siglos antes de la llegada a México de la expedición comandada por Juan de Grijalva, primer navegante español que se adentró en la Laguna de Términos y en los ríos Grijalva y Usumacinta.
En 1668 grupos de inmigrantes europeos pusieron pie en tierra con intención de establecerse en la zona y para 1674 ya hacían vida en el pueblo que llamaron San Joaquín de la Palotada, posiblemente haciendo alusión a la gran cantidad de árboles caídos que eran arrastrados por las aguas del río. Pasarían 118 años hasta que, como parte de una estrategia geopolítica para poner coto a bucaneros ingleses que operaban desde la Isla del Carmen, el Rey Carlos II oficializase en Agosto de 1792, por Cédula Real, la fundación de San Ignacio de la Empalizada.
La apacible Palizada de hoy esconde capas y capas de historia, remontándose al cacicazgo maya-chontal de Acalán Tixchel. Los pobladores originales cultivaban maíz, frijol, calabaza, chile, cacahuate, tabaco y achiote, pescaban, cazaban pavos de monte y venados, y explotaban madera de caoba, guayacán, ciricote, cedro, henequén y palo de tinte. Crónicas de navegantes españoles y bucaneros ingleses dan fe de sus encuentros con esas sociedades nativas, las cuales empleaban miles de canoas en una intensa actividad de intercambio comercial. El mismo Cortés dio testimonio en sus relaciones de cómo esta zona “…estaba rodeada de esteros, y todos los mercaderes de ella salían en canoa a la bahía de Términos para sus contrataciones con Xicalango y Tabasco”.
Más de un siglo después, en 1675, el pirata William Dampier escribía sobre el asentamiento en la Laguna de Términos de aproximadamente 250 piratas de ascendencia inglesa, irlandesa y escocesa. Estos aguerridos hombres no solo acechaban el paso de navíos españoles para hacerlos presa, sino que también trabajaban organizados en grupos de a diez para talar y limpiar árboles que comerciaban con Europa. De todas las maderas aprovechables en la zona, incluso por encima de la preciosa caoba, el palo de tinte habría de convertirse en epicentro de la explotación económica por parte de estos piratas y de los conquistadores y sus descendientes, al punto de anular durante siglos muchas otras posibilidades de actividad económica.
Los nativos utilizaban el tinte natural de esta leguminosa maderable para teñir mantas y decorar sus cuerpos con fines ceremoniales, hirviéndola en grandes calderos hasta obtener una pasta que teñía de negro o azul oscuro. Poco tardaron los europeos en identificar la oportunidad económica que esto representaba al comerciar el producto con las fábricas textiles de Europa y, más adelante, con los Estados Unidos. Se atribuye al pirata John Hawkins el arribo a Inglaterra del primer buque con las bodegas llenas de palo de tinte, carga que vendió a empresarios textiles ávidos de colorantes, obteniendo pingües ganancias. Los bucaneros tomaron la delantera en la explotación de este recurso, tanto así que, según se informó en 1676 al virrey de la Nueva España, los piratas asentados en Laguna de Términos vendían más quintales de madera que los que se exportaban por el puerto de Campeche bajo control de la Corona Española.
En carta dirigida al rey de España en 1565, Diego Quijada daba cuenta de la existencia del palo de tinte en tal abundancia que “se pueden cargar cada año todas las carracas del mundo”. Por el río Palizada, cuyo tráfico fluvial parece hoy limitado a pequeñas embarcaciones, llegaron a navegar barcos capaces de transportar hasta 50 toneladas del producto obtenido del corazón de Haematoxylum campechianum. Sometido así el palo de tinte a una explotación extractiva sin visión de futuro, la especie fue prácticamente erradicada a pesar de su abundancia de apariencia infinita, modificando para siempre los ecosistemas que le habían permitido prosperar durante milenios y afectando toda la cadena ecológica.
Ya en 1853 Don José M. Regil daba cuenta de la desaparición de “los magníficos tintales de las orillas del Champotón, (…) de Palizada y de la Laguna de Términos”. Vaticinó también la desaparición de su explotación comercial, toda vez que al ser necesario extraer la madera de zonas cada vez más remotas, los costos de operación la harían inviable. Con una conciencia conservacionista adelantada a su época, escribió: “La naturaleza había querido que los tintales que la civilización encontró en las playas, fuesen como ellas eternos, y lo hubieran sido con sólo que el hacha del cortador, económica e inteligente, hubiera querido aguardar que el árbol cumpliese sus destinos, de crecer y robustecerse, de esparcir sus semillas y morir luego para dar al hombre un tributo, después de haberle dejado numerosa sucesión, que a los trece o catorce años, habría proporcionándole igual provecho. Pero no ha sido así, y la especulación con voracidad destructiva, ha cortado sin discreción ni tino, logrando casi extinguir tan segura como espontánea riqueza.”
La historia de Palizada es rica en dramáticos eventos que se entrelazan a lo largo de siglos de actividad humana. Entre los episodios más recientes se incluyen muchos de gran significación para la república que habría de nacer tras complejos procesos de lucha independentista y configuración geopolítica. No es nuestra intención hacer aquí un compendio histórico, pero tampoco es casual que hayamos dedicado esta sección de nuestro relato a la historia del palo de tinte y su devastadora explotación. Ya decíamos en la primera parte de este reporte de viaje que hemos venido a esta zona de Campeche con la misión de evaluar su potencial para el aviturismo. La historia del palo de tinte es un vehículo perfecto para reflexionar sobre la pérdida de riquezas, tanto naturales como materiales, que puede ocasionar el ser humano cuando la codicia gobierna sobre la conciencia.
Se sabe que la Garza Grande (Ardea alba), ave emblemática de Palizada, fue cazada aquí de forma intensiva durante el siglo XIX y hasta comienzos del siglo XX. Los cazadores que en toda América se dedicaban a esta actividad no tenían empacho en matar a las aves en sus propios nidos, espoleados por el valor mercantil de las plumas, que superaba por onza el valor del oro. Entre las especies más perseguidas estaban también la Garza Nívea (Egretta thula), la Espátula Rosada (Platalea ajaja) y el Flamenco Americano (Phoenicopterus ruber). El destino de tan codiciadas plumas era llegar, sin rastro de sangre, hasta los grandes sombreros de “elegantes” damas victorianas.
Para salvar a las garzas de su previsible extinción fue necesaria la labor decisiva de dos damas británicas realmente distinguidas, Emily Williamson y Eliza Phillips, quienes se opusieron al uso frívolo de las plumas y fundaron en 1891 “The plumage league”, organización embrionaria de la “Royal Society for the Protection of Birds”. El trabajo de concientización pública que hicieron estas admirables mujeres demostró que nada de elegante tenía la muerte dolorosa y sin sentido de millones de aves. Igualmente importante para acabar con tan perniciosa moda fue el trabajo de los pioneros del movimiento conservacionista en Estados Unidos, gente como la periodista y reformista Adeline Knapp, el cazador convertido en guarda-parques Guy Bradley (quien fue asesinado por defender a las aves) y Theodore Roosevelt, cuyas acciones desde la cima del poder lo califican sin duda como el primer presidente conservacionista de ese país. Son historias personales y colectivas que demuestran cómo, donde somos capaces de destruir, también somos capaces de conservar. Todo depende del nivel de conciencia que guíe nuestra relación con el entorno natural que nos alberga.
Esa garza que se posa hoy al borde del río Palizada, tranquila y sin sentirse amenazada, es para bien o para mal sujeto inconsciente de nuestras acciones. Su pérdida es también la nuestra. Nos dice el cronista de la ciudad que todas las tardes a las cinco, con puntualidad digna de la ceremonia inglesa del té, se escucha aullar a los monos. Desarrollar una economía no extractiva, en la cual el turismo de apreciación de la naturaleza juegue un papel importante, puede y debe ser un vehículo que permita preservar los ricos ecosistemas de esta zona y a la vez provea a la sociedad humana con recursos económicos abundantes y a perpetuidad. Solo así los monos seguirán sorprendiéndonos con sus voces y las aves con su multitud de formas, cantos y colores en vuelo sobre las aguas del río Usumacinta.
I.G.H.
Fuentes:
- CONANP – Información sobre la Laguna de Términos
- Enciclopedia de los Municipios y Delegaciones de México
- Ayuntamiento de Palizada
- Wikipedia
Agradecemos especialmente el apoyo de SECTUR Campeche que hizo posible este viaje. Para mayor información sobre éste y otros maravillosos destinos en Campeche, visita www.campeche.travel
I.G.H.
Excelente la historia de nuestro maravilloso pueblo, gracias por ilustrarnos en esta travesía de imágenes hermosas.
Muchas gracias Elizabeth, por seguir esta historia y por apoyarnos con tu comentario.