Entrevista 100% reciclable con la Oceanógrafa Sylvia Earle – Parte I

Les invito a realizar una búsqueda en Google con el nombre “Sylvia Earle». Si sus resultados se parecen a los míos, en los tres primeros lugares de la lista de más de 500,000 referencias encontrarán una biografía en Wikipedia, su perfil de “Exploradora Residente de National Geographic” y el sitio web de la propia Dra. Earle, Mission Blue. Esto es parte de lo que la venerable revista National Geographic dice sobre Sylvia Earle:

“Sylvia Earle, llamada “Su Profundidad” por la revista New Yorker y por el New York Times, “Leyenda Viviente” por la Biblioteca del Congreso y «Primer heroína por el planeta”, es una oceanógrafa, exploradora, autora y conferencista con experiencia como investigadora científica. (…) Fue científico principal de la NOAA, (…) creadora de la «Mission Blue Foundation», (…) ha escrito más de 150 publicaciones, dictado conferencias en 60 países, aparecido en cientos de producciones televisivas, (…) liderizado más de 60 expediciones y registrado más de 6.000 horas bajo el agua (…) estableciendo el récord por buceo en solitario a una profundidad de 1,000 metros.”

En Agosto de 2010, por iniciativa de Hoteles Fairmont y National Geographic, el Fairmont Mayakoba fue el escenario de una conferencia sobre la vida en los océanos a cargo de la honorable Sylvia Earle. Minutos después de hechizar a la audiencia con sus contundentes argumentos e imágenes, la Dra. Earle fue transportada de forma expresa hacia el aeropuerto de Cancún, donde abordó un vuelo con destino a Rusia para encontrarse con el cineasta James Cameron y emprender juntos un histórico descenso a bordo de un submarino nuclear MIR hacia el fondo de Baikal, el más profundo y antiguo lago del planeta. Tan solo un día más, por sorprendente que parezca, en la agitada vida de la gran exploradora Sylvia Earle.

Es justo agradecer aquí la gentileza del staff del Fairmont Mayakoba y de la propia Dra. Earle, quien sacrificó lo que sería un momento de descanso en un día ajetreado para responder a mis preguntas. Su habilidad para cautivar audiencias con sabiduría, pasión y gran talento comunicacional es legendaria, y así lo hizo durante nuestra entrevista y momentos después ante una nutrida audiencia. Esta conversación fue originalmente publicada en la sección de noticias de ivangabaldon.com, un año antes del primer post de RIDE INTO BIRDLAND. Es para mí un honor compartirla ahora en español con todos ustedes.

Suficiente preámbulo: con ustedes,  «Su Profundidad», la Dra. Sylvia Earle.

Sylvia Earle durante su conferencia en Agosto de 2010, en el Fairmont Mayakoba (Fotos © Ivan Gabaldon).

Dra. Earle, la catalogación de vida marina ha sido un proyecto de vida para usted, pero en ese camino descubrió otra misión que tiene que ver con el impacto de la actividad humana sobre el Planeta Tierra. ¿Puede contarnos acerca de ese cambio?  ¿Cuándo entendió que catalogar cualquier cantidad de especies no era suficiente?

Explorar y entender la naturaleza de la vida en el mar es fundamental, no he dejado de hacerlo y continúo disfrutando al observar ecosistemas y descubrir cuántos seres de qué tipo viven dónde, desde las algas a los invertebrados, peces y mamíferos, incluso las aves. Pero en los 60s comencé a darme cuenta de que los lugares que yo amaba se estaban perdiendo como consecuencia de las actividades que los humanos imponemos al océano. El rellenado de bahías, el cambio de las costas, la extracción de grandes cantidades de vida marina utilizando técnicas que son terriblemente destructivas, como los barcos camaroneros que dragan el fondo marino y extraen grandes cantidades de todo para luego botar la mayor parte por la borda y quedarse con una pequeña cantidad.

Adicionalmente, a medida que la población humana sobre el planeta ha aumentado, la demanda sobre la vida marina también ha aumentado. En lugar de tener personas que salen en botes pequeños a pescar para sus familias y comunidades comenzamos a pescar más para enviar a mercados distantes, esto en conexión con el desarrollo de nuevas formas de refrigeración y transporte. De modo que los peces que son atrapados en el Golfo de México pueden terminar en Tokio, en Francia, o en algún lugar de Australia. Cualquier lugar en el mundo puede ser un mercado para lo que se pesca en el Golfo de México.

Un trabajador corta atún en el Mercado Metropolitano Central Mayorista de Tokio. Conocido popularmente como Mercado Tsukiji, es el mayor mercado de pescado en el mundo y mueve 700,000 toneladas métricas de productos del mar al año, con un valor que excede los 5 billones de dólares. (Fuente: Wikipedia. Imagen: Chris 73 / Wikimedia Commons).

Yo pude presenciar esa transformación desde cuando conocí el Golfo y otros lugares en los 60s y 70s, los vi cambiar con el tiempo. Ahora está confirmado que tenemos la capacidad para cambiar la naturaleza de la naturaleza. Noventa por ciento de los grandes peces que nos gusta comer han desaparecido y muchos de los pequeños también. Tenemos la habilidad de pescar y vender globalmente lo que antiguamente se consumía a nivel local, pero no hemos entendido la realidad actual. Nuestras leyes, nuestras políticas, incluso nuestras actitudes siguen reflejando lo que se consideraba posible hace cincuenta o sesenta años. Ya no es posible, porque los peces simplemente están desapareciendo, las langostas, los cangrejos, los camarones. Somos demasiado hábiles para atraparlos pero no lo suficiente para entender cuáles son los límites. Deberíamos ser capaces de tomar parte sin destruir a los “peces de oro”. El golfo de oro, el océano de oro. De modo que me he visto transformada de ser simplemente una persona de ciencia curiosa acerca de la naturaleza del planeta a convertirme en una voz del océano para intentar hacer que la gente entienda cuán conectados estamos con el mar y cómo el mar está conectado con nosotros.

Pesca de camarones y mictófidos lograda por un barco camaronero. “Raspan el fondo marino y extraen grandes cantidades de todo, para luego botar la mayor parte por la borda, y quedarse tan solo con una pequeña cantidad”, explica Sylvia Earle.

Usted ha dicho que los próximos diez años tendrán gran influencia sobre los próximos diez mil años. ¿Puede explicarnos mejor? ¿Cree usted que es realista esperar cambios culturales en la sociedad humana tan significativos en un plazo relativamente tan corto?

Puede que no sea realista esperar que los humanos comprendamos las consecuencias de lo que estamos haciendo a los sistemas vivos que nos mantienen con vida. Pero si lo analizas, somos los únicos seres en el planeta con la capacidad para comprender y actuar. Hay seres tan viejos como yo nadando en el mar, algunos peces son al menos tan viejos, otros mucho más. Las tortugas y algunas ballenas pueden superar un siglo de edad. Existen corales en el Golfo de México que tienen miles de años. Quizás tengan alguna percepción de que las cosas han cambiado durante sus vidas pero no saben por qué y no saben qué hacer al respecto. Nosotros somos los únicos seres que sabemos por qué, los únicos con la capacidad para hacer algo al respecto.

De modo que quizás sea una meta inalcanzable pensar que alguno de nosotros tenga una voz lo suficientemente poderosa para comunicarle a nuestra especie que el planeta está en problemas y por lo tanto nosotros también. Pero hay esperanza, tenemos tiempo, no demasiado pero el momento es ahora. Nunca antes supimos lo que sabemos hoy, hace cincuenta años no sabíamos que existen límites para lo que podemos extraer o descargar en el océano, ahora sí.

Claro que saber no es suficiente, tenemos que actuar. La gente ha cambiado de muchas maneras. Una vez que se entendió lo dañino que es el cigarrillo, mucha gente dejó de fumar y ahora hay lugares donde no se permite fumar. Eso no evita que todo el mundo fume, pero hay una mayor conciencia y existen políticas, incluso leyes, que reflejan esa conciencia. Cuando se descubrió en Inglaterra que al comer carne de res era posible contraer la enfermedad de las “vacas locas”, mucha gente dejó de comer carne de la noche a la mañana porque sabían que podía ser dañina. Cuando la gente sabe existe la posibilidad de que cambie rápidamente. Se conoció ampliamente que el atún, el pez espada y los tiburones acumulan altas concentraciones de mercurio y mucha gente dijo, “no voy a comer más de eso, tiene efectos negativos para mí”. Es malo para las madres y sus niños, no es una receta para la salud. De modo que existen razones que la gente puede relacionar directamente con su propia salud y que pueden hacerles pensar.

Dejar de fumar, dejar de comer carne de res por miedo a las “vacas locas”. Son demostraciones de actitudes y conductas sociales que, gracias al uso eficaz de la información, se han visto modificadas rápidamente. Nuestra actitud hacia el océano requiere de un cambio urgente, sostiene Sylvia Earle. (izq: Gráfico por penubag; der: Foto por la USDA, dominio público).

Existen ahora problemas aún mayores como el dióxido de carbono en la atmósfera, podemos ver la relación entre eso y el calentamiento global. Tenemos un enorme pedazo de hielo tres veces el tamaño de Manhattan que se desprendió de Groenlandia y está flotando por ahí en el Atlántico. Eso debería ser un llamado de alerta: no se trata solo de algunos científicos locos hablando, algo está realmente sucediendo y tiene consecuencias para nosotros. Piensa en lo que sucedería en Yucatán si el nivel del mar sube. Ha sucedido muchas veces en el pasado, los niveles del mar suben y bajan, pero nunca tan rápidamente, esto es inusual. Es algo que tenemos el poder para cambiar si reducimos nuestras emisiones de CO2.

Además del calentamiento global y el ascenso en los niveles del océano hay algo nuevo que no conocíamos: la acidificación del océano. Es dañino para los arrecifes de coral, es malo para toda la química del planeta. Puede tener efectos profundos sobre los peces jóvenes, cambia la química de su mundo y de nuestro mundo. Todo está relacionado con nuestro apetito por los combustibles fósiles pero si podemos cambiar de dirección, tomarnos en serio la necesidad de energías alternativas y conservar los combustibles fósiles que aún nos quedan, lograremos hacer la diferencia. Creerlo y hacerlo.

La mitad de los arrecifes coralinos del mundo han desaparecido, en el Caribe más de la mitad. Desaparecidos, durante mi vida. Para mí esto es espeluznante. Anticipo que, durante la vida de mis hijos, todos habrán desaparecido si las tendencias actuales continúan. Tengo cuatro nietos y me horroriza la visión del mundo que ellos heredarán, el mundo donde crecerán si continuamos con lo que estamos haciendo. No existirán atunes, ni tiburones, ni peces espada o arrecifes de coral. Las selvas húmedas ya están en mal estado y estarán peor. Yo me preocuparía por el oxígeno en la atmósfera, un 70% proviene del océano, si cambiamos la química del océano, ¿de dónde vendrá el oxígeno? Las selvas húmedas y todas las cosas verdes producen oxígeno pero la mayor parte viene del océano y no hemos respetado eso. Necesitamos entender que a medida que cambiamos y alteramos el océano hasta ponerlo en problemas, nosotros tambien estamos en problemas, nuestro futuro está amenazado.

Un sensor de concentración de CO2 de la NOAA, conectado a una estación de Advertencia Temprana de Arrecife de Coral, utilizado para estudiar la acidificación de los océanos en zonas coralinas. (Fuente: Wikipidia / NOAA).

Usted ha dejado de comer todo tipo de pescados, a los que llama “carnívoros del océano”, y promueve ese comportamiento para salvar los mares. De nuevo podría que quizás es poco probable lograr un cambio cultural tan grande en el corto lapso de una década o dos. ¿Acaso no hay lugar para términos medios?

Yo no le digo a la gente que no coma pescado. Yo enseño, con mi ejemplo, lo que considero correcto para mí. Con todo lo que sé simplemente no puedo hacerlo. Entiendo demasiado acerca de la importancia que tienen los peces vivos nadando en el océano, los necesito allí, no muertos en mi plato. Además conozco las cosas que contienen los peces y que yo no quiero para mí, en verdad los conozco demasiado, lo suficiente para saber que el pescado no es la mejor opción para alimentarme. Especialmente los que están arriba en la cadena alimenticia, los carnívoros, incluyendo a la mayoría de los peces que la gente prefiere comer como son el mero, el huachinango, el pez espada, el marlin, el atún y los tiburones.

Piensa en un pez que te gusta comer, luego piensa en lo que él come. Encontrarás que por lo general están arriba en la cadena alimenticia y atraviesan muchas capas. No son como los pollos, las vacas o los cerdos, que llegan al mercado en un año, muchos de estos peces son viejos y tienen muchos años para acumular cosas que no quieres adentro tuyo: mercurio, pesticidas, herbicidas, PCBs, todas las cosas que permitimos que fluyan hacia el océano que no estaban allí hace cincuenta años pero existen ahora en abundancia. O lo que cae de los cielos al quemar combustibles fósiles, especialmente el carbón que es una gran fuente de mercurio. Con los combustibles fósiles recibimos un golpe doble: contaminamos el agua y también las cosas que comemos que vienen del agua.

Lo que yo le sugiero a la gente es que estén concientes de lo que comen y consideren hacer de eso un evento especial en lugar de pretender contar con camarones todos los días en todos los restaurantes del mundo. Que tomen en cuenta el verdadero costo de esos alimentos, no estamos pensando en el costo que tiene para la vida salvaje, creemos que es gratis. Probablemente aún existe espacio para que una persona salga a pescar para su familia o su comunidad como lo hacíamos hace cincuenta años, pero los números han bajado tanto que mientras menor sea la presión sobre la vida marina más oportunidades tendremos de que siga existiendo en el futuro. Las proyecciones son claras: hemos perdido el 90% en cincuenta años, ¿cuántos años más antes de que se acaben por completo? O al menos hasta que la pesca comercial deje de ser posible porque no quedarán peces.

400 toneladas de macarela capturadas por este gran barco de bandera Chilena. (Fuente: Wikipedia).

Los científicos han hecho cálculos que sugieren que, para mediados del siglo XXI, no importará si queremos continuar consumiendo pescado a escala industrial o no, habrán desaparecido. Si continuamos extrayendo al nivel que lo estamos haciendo, además sin proteger las áreas críticas que necesitan para su supervivencia, desaparecerán. Para que exista la vida salvaje, sean aves, búfalos migratorios o peces en el mar, necesitamos proteger las zonas donde se alimentan, aquellas donde se reproducen, los corredores biológicos que atraviesan, los lugares que albergan peces que no viajan grandes distancias.

Yo estoy investigando cuáles son esas zonas críticas, generalmente alrededor de arrecifes de coral donde viven peces que no viajan lejos. En el caso de los viajeros de alta mar, como la tortugas, tiburones, peces espada y atunes, generalmente se requieren acuerdos internacionales para protegerlos en un territorio amplio, por lo que se requiere de diversas políticas para proteger las necesidades de esos animales. Incluyéndonos a nosotros en la ecuación, existen pueblos que a lo largo de su historia desde hace muchas generaciones han dependido del océano para proveerse de alimento, pero para la vasta mayoría de la gente –y nuestra población ha aumentado demasiado rápido– nuestra historia no está directamente relacionada con el consumo de vida marina.

Se ha calculado que tenemos suficientes calorías para alimentar a más personas de las que viven actualmente en el planeta. Existen otras razones por las cuales una población mundial de 10 billones, en vez de 7 billones, representa una gran carga para el planeta, pero en lo relativo a la comida lo que actualmente producimos alcanza para alimentar a 10 billones. El problema está en la distribución de esa comida y en la distribución del agua, que es otro problema creciente.

(…continuará)

Les invito a visitar el sitio web de  Sylvia Earle, Mission Blue, para aprender más sobre los acéanos y entender mejor cómo podemos ayudar a su conservación.

I.G.H.

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