“Calakmul”, dice el capitán José Arroyo, señalando con su dedo índice hacia las nubes debajo del avión. El motor de la noble Cessna nos impulsa con ensordecedor zumbido mientras nuestro piloto, complaciendo los deseos de sus cuatro pasajeros, realiza un sobrevuelo que debería permitirnos fotografiar desde el aire la majestuosa ciudad Maya de Calakmul. El amanecer lucía promisorio cuando despegamos desde el aeropuerto de Campeche, pero la persistente capa de nubes que se ha interpuesto entre nosotros y el paisaje nos niega ahora la ansiada visión a vuelo de pájaro de la capital del reino de Ka’an. Comprendemos con resignación que será necesario seguir vuelo en dirección noreste hacia nuestro destino final, el poblado de Xpujil. Las fotos aéreas de Calakmul tendrán que esperar por una segunda oportunidad.
Al aproximarnos a la breve pista de aterrizaje en Xpujil las nubes continúan conspirando en contra nuestra. La antena de radio del pequeño aeropuerto se yergue sobre una torre metálica de unos cincuenta metros de altura que, oculta entre las nubes, plantea la posibilidad real de una fatídica colisión. Mi GPS portátil registra durante casi cuarenta minutos los giros que realiza la aeronave a la caza de una ventana para descender. Los trazos que se van dibujando en la pantalla hacen reír a nuestro veterano piloto, pero el ambiente en la cabina se hace tenso y la necesidad de buscar otro lugar para aterrizar comienza a parecer evidente cuando, finalmente, las nubes se abren y logramos ver la antena. «Allí está«, dice el capitán Arroyo, encarando sin titubear la aproximación a tierra. El ansiado contacto del tren de aterrizaje con el asfalto hace brincar a la Cessna y llena la cabina de sonrisas.
Tras abordar la camioneta que nos espera ponemos en marcha nuestro plan para el día, el cual incluye desayuno en el poblado de Xpujil y visitas a las zonas arqueológicas de Xpujil, Becán y Chicanná. Queremos deleitarnos con uno de los aspectos más cautivadores de la Península de Yucatán: la posibilidad de conocer simultáneamente ecosistemas de gran riqueza biológica y sitios arqueológicos fascinantes. Las antiguas ciudades del Mundo Maya ofrecen senderos y espacios despejados que, en combinación con la selva que las alberga, otorgan excelentes oportunidades para el avistamiento de aves. La experiencia del birding resulta así más estimulante, tentando la curiosidad del visitante y motivándolo a indagar sobre la importante conexión entre naturaleza y cosmogonía en la cultura Maya.
El magnífico libro «Calakmul – World Heritage Site» ofrece varios ejemplos de esa conexión entre las aves y el mundo Maya. Me permito reproducir aquí de las páginas de ese volumen la fotografía y descripción de una de las 13 vasijas halladas en la Tumba 2 de la Estructura IV-B de Calakmul. La pieza presenta en rol protagónico al Zopilote Rey (Sarcoramphus papa) y sobre ella escriben los especialistas (mi traducción del texto en inglés): «La base y el asa en la tapa, moldeadas en forma de cabezas de Zopilote Rey, podrían referirse al título o nombre del individuo en la tumba. En escritura Maya, la cabeza del Zopilote Rey podría reemplazar al signo para ajaw, como símbolo del gobernante (…) y aludir a la deidad conocida como Vucub Caquix, el falso sol al inicio de la creación en el Popol Vuh. (…) Esta ave mitológica jugaba un importante papel en la definición de la institución de los reyes divinos. Los mayas la utilizaban como símbolo para representar el poder del reinado dinástico.»
El Zopilote Rey es sin duda una de las aves que anhelo fotografiar, pero como bien corresponde a su estatus real y divino, avistarla no es cosa de todos los días. Quienes sí nos reciben en gran número y con mucho escándalo al entrar a cada una de las zonas arqueológicas son las Charas Papán (Cyanocorax morio). Estas aves se comportan como el sistema de alarma del bosque, anunciando nuestra presencia con voces que ponen en alerta a las demás aves y dificultan nuestra labor fotográfica. Su actitud es tan notable que los reconocidos autores Howell y Webb no ocultan su inquina hacia esta especie, señalándola en su guía de campo como «inconfundible, grande, ruidosa, ofensiva» y describiendo su canto como «monótomo y repulsivo, un grito familiar y estridente (…) repetido sin piedad». Personalmente las encuentro interesantes, quizás porque mis avistamientos han sido menos frecuentes y probablemente también porque, a medida que nos adentramos en las zonas arqueológicas, su presencia se hace menos evidente.
Siguiendo nuestro plan caminamos durante horas por las zonas arqueológicas de Xpujil, Becán y Chicanná. Nos topamos un par de veces con un grupo de japoneses silenciosos y con algunos turistas nacionales, pero la mayor parte del tiempo estamos solos. Es una experiencia muy distinta a la de visitar los sitios de mayor afluencia turística de la Península de Yucatán, a la cabeza de los cuales se ubica Chichen Itza, la segunda zona arqueológica en número de visitantes de todo México (después de Teotihuacán). Cerca de dos millones de viajeros visitan esa ciudad emblemática del mundo Maya cada año, lo que significa que siempre se puede contar con la presencia de autobuses llenos de turistas. He allí otro de los pequeños grandes secretos que aprende el buen viajero en su tránsito por esta mágica península: mientras más tierra adentro se viaje, lejos de la Riviera Maya en Quintana Roo y hacia las profundidades de los estados de Yucatán y Campeche, más lejos se estará de las masas de flujo turístico. A continuación presento una serie de imágenes que ilustran nuestro tránsito solitario por estas ciudades milenarias.
Todas estas ciudades fueron tragadas por la selva tras ser abandonadas por sus pobladores originales en diferentes períodos de la civilización Maya. Gracias al trabajo de exploradores y arqueólogos como Karl Ruppert y John Denison, quienes «redescubrieron» Becán en 1934 durante una expedición a Campeche financiada por la Carnegie Institution, y a la labor continuada durante décadas por otros investigadores, universidades e instituciones (de gran importancia entre estas el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México – INAH), las ciudades Mayas han sido despejadas para su estudio y posterior apertura al público.
El visitante contemporáneo podría erróneamente pensar que, cuando estos centros poblados estaban en plena actividad, se hallaban como hoy rodeados de selva. En realidad eran sociedades con un alto nivel de desarrollo que intervenían el medio ambiente para adaptarlo a sus necesidades. Volviendo a las páginas del libro «Calakmul – World Heritage Site», los autores nos iluminan con su visión de esa importante ciudad: «Alrededor del año 690 A.D. el paisaje visible desde la Estructura II de Calakmul ha debido ser muy distinto al que podemos ver hoy. Al pie de esta acrópoilis las vidas de unos 50,000 individuos eran gobernadas por la casa real más poderosa del Mundo Maya y quizás de todas las Américas. Docenas de palacios albergaban a comerciantes, artistas, guerreros y sacerdotes, rodeados por las viviendas de una clase media pujante y de miles de trabajadores y campesinos. Dispersas en un radio de poco más de 50 kilómetros, unas 19 ciudades más y cerca de 300 poblados estaban conectadas con la gran ciudad por medio de vínculos matrimoniales, lazos comerciales o relaciones tributarias. (…) En lugar de la magnífica selva húmeda visible hoy desde la Estructura II, los Reyes Divinos de Calakmul deben haber mirado con orgullo hacia un mosaico de pueblos, campos cultivados y tierras sin explotar que dieron origen al esplendor de su dominio».
En la actualidad, gracias a que vastas áreas de esta región han sido declaradas zonas oficialmente protegidas, el visitante moderno es testigo de la coexistencia de los restos arquitectónicos de la antigua civilización Maya con asentamientos humanos contemporáneos y con un rico ecosistema que, por sus reservas de agua, biodiversidad e importantes corredores biológicos, es de valor incalculable para México y el mundo. Por todas esas razones su preservación para generaciones futuras y para la buena salud del planeta es fundamental.
A estas alturas de esta historia algunos de ustedes quizás se pregunten, ¿y qué pasó con los pájaros?. Cierto es que, en nuestro afán por recorrer tres zonas arqueológicas en un solo día, pusimos menos énfasis en la caza fotográfica de aves. Las vimos y escuchamos, pero no fue el día más prolífico para la producción de imágenes. Los dos días siguientes resultarían mucho más provechosos, los dedicamos por completo a la zona arqueológica de Calakmul y ésta fue pródiga en oportunidades para fotografiar no solamente aves sino también monos, como ya hemos relatado en la primera parte de este reportaje.
Cerca de la caída de la noche llegamos al lugar elegido para nuestra pernocta. Francisco Hernández, organizador y promotor de este viaje, había hecho arreglos para nuestra estadía en Chicanná Ecovillage Resort, una colección de 42 acogedoras cabañas rodeadas de bosque donde apenas alcanzamos a darnos un baño caliente, degustar una rica cena y dormir algunas horas de reparador sueño en preparación para nuestro traslado hacia Calakmul, previsto para comenzar al día siguiente con la luz del alba. Este hotel ecológico es ampliamente conocido entre los pajareros que visitan esta zona, pues son muchas las especies de aves que pueden verse en la propiedad y sus alrededores. Cierro este capítulo con un par de imágenes de un lugar que, sin duda, merece una estadía más prolongada en el futuro cercano.
I.G.H.
(…continuará)
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RIDE INTO BIRDLAND agradece especialmente a la Gobernación de Campeche, al despacho del Gobernador Lic. Fernando Ortega Bernés y a la Secretaría de Turismo de Campeche, por su valioso apoyo con la logística de transporte aéreo y terrestre que hizo posible la realización de este reportaje. Agradecemos también a Don Francisco Hernández, Embajador ad-honorem de Campeche, por invitarnos a conocer las maravillas de su tierra, así como a Chicanná Ecovillage Resort por hospedarnos para una merecida noche de descanso.
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Fuentes bibliográficas:
Calakmul – World Heritage Site. (2012 – Varios autores). Publicación de la Gobernación del Estado de Campeche, su Secretaría de Cultura, INAH y Gobierno Federal de México.
A Guide to the Birds of Mexico and Northern Central America. (2010, Steve Howell y Sophie Webb).
Árboles del Mundo Maya. (2011, Editado por María Peña-Chocarro y Sandra Knapp. Varios autores). Publicación de Natural History Museum, Pronatura Península de Yucatán, Universidad Autónoma de Yucatán, Fundación ProPetén y Universidad del Valle de Guatemala.
I.G.H.
Excelente reportaje. Fascinante por demás. Te felicito Ivan. Saludos
Muchas gracias amigo por seguir este viaje y por tu comentario. Me consta que tienes rango de viajero experimentado, ojalá puedas llegar en algún momento hasta esta península para mostrarte en directo sus maravillas. Un abrazo.
I.G.H.
Intriguing, well-written story emphasized by the GPS loops. I’m glad the last one was a fruitful loop.
The fish-eye image reminds me of how a ruler would feel atop that structure as he looked over his domain.
Your writing gives one of the best, if not the best, review of these ruins. My husband and I are fond of those three sites featured in this article. Like you, we experienced few travelers. But Xpujil is special to us as our jungle princess kitten, Maya, found us, traveled to our home, and enslaved us to her whims for the past few years as our own Maya ruler.
Thank you so much Cherie! I remember hearing the story about Maya, but I didn’t remember where it had happened. It makes me happy to bring those memories back to you!