Día 4 – Amanecer en la tierra del faisán y el venado
Después de una noche de reparador descanso amanece en Sihunchen y salgo con mi equipo fotográfico a recorrer senderos con la expectativa de fotografiar algunas aves. He dado pocos pasos cuando me sorprende encontrarme con un venado. Nos miramos por un momento a una distancia de unos 30 metros y alcanzo a hacerle un par de fotos, ninguna buena, antes de que desaparezca de un salto en la maleza. Me acerco y escucho sus pasos pero no logro volver a verlo.
Durante una hora disfruto de la selva, pero logro pocas imágenes. Nuestro plan hoy es salir temprano hacia Celestún, por lo que será necesario volver a Sihunchen en un futuro cercano si quiero realmente aprovechar el potencial del lugar. Después de un café visitamos el salón de clases y Alberto nos habla sobre aves, historia geológica de Yucatán, astronomía y cultura Maya. Le refiero mi encuentro con el venado. Se ríe haciendo referencia a una vieja canción yucateca que celebra la visión mítica de Yucatán como “ la tierra del faisán y el venado”. El faisán de la canción, nos explica Alberto, es en realidad el emblemático Pavo Ocelado (Agriocharis ocellata), ave endémica de Yucatán cuya fotografía cuelga en una de las paredes del salón.
Ya dispuestos a emprender viaje me toma unos minutos cambiar el filtro de gasolina de la moto. Cuando está listo aseguramos el equipaje y humedecemos nuestras bandanas para amarrarlas al cuello, efectivo truco de motociclistas para enfriar la sangre que sube por las venas principales del cuello hacia la cabeza. Alberto nos informa que estaremos rodando directo hacia un frente frío cuya entrada se anuncia por el Golfo de México para hoy, por lo que más bien deberemos abrigarnos. Nos despedimos, salimos de Sihunchen y la moto comienza a toser. Acelero insistentemente hasta que tose una última vez y se despeja el sistema de combustible. Después de eso rueda sin problemas.
Nuestro destino hoy es el pueblo de Celestún frente al Golfo de México, en el extremo opuesto de la península en relación a nuestro punto de partida en la Riviera Maya. Como parte del premio otorgado por el Festival de Aves hemos ganado una estadía en el Hotel Ecoparaíso XiXim, el cual cuenta con sus propios senderos naturales para observación de aves. Es además zona de flamencos y es posible rentar un bote para ir fotografiarlos, por lo que en lugar de esperar a un futuro viaje hemos resuelto extender nuestra ruta y conocer de una vez el lugar.
En la carretera el frío nos cala hasta los huesos pero continuamos rodando hasta Celestún y desde allí varios kilómetros de carretera de arena hasta llegar al hotel. La recepcionista nos informa que no está previsto que el clima mejore y por lo tanto no podremos usar los kayaks que de lo contrario pondrían a nuestra disposición. Nos hospedan en una estupenda cabaña frente al mar y allí estudiamos el mapa del hotel, que señala varios senderos ecológicos y una torre de observación de aves.
Nuestra cabaña en el Hotel Ecoparaíso.Preparo el equipo y aunque está nublado salgo a caminar con la esperanza de ver algunas aves. El personal del hotel me informa que la torre de observación de aves no existe aún, o está vedado el acceso (no me queda claro). Decido caminar por un sendero que atraviesa humedales, pero una vez más tendremos que esperar alguna futura visita para sacarles provecho, pues las condiciones climáticas ponen su sello en el lugar y veo muy pocas aves en actividad.
Será finalmente en la playa frente a nuestra cabaña donde consigo la actividad emplumada que he estado buscando: grupos de Chichicuilotes o “Playeritos Correlones” (Calidris alba) hacen honor a su nombre correteando en una frenética cacería de lombrices rojas que resulta realmente divertida de ver. Los pájaros aprovechan el momento cuando las olas se retiran, detectan las lombrices bajo la arena, las extraen con sus picos y emprenden veloz carrera, no solo para mantenerse a salvo de la próxima ola sino para proteger su comida de los otros Chichicuilotes, pues apenas ven una lombriz en el pico de algún ave exitosa se abalanzan sobre ella para intentar quitarle su premio.
A cierta distancia, lejos del frenesí alimentario, un Chorlito Gris (Pluvialis squatarola) observa el mar con actitud relajada y me da la clave para las horas restantes de nuestra corta estadía en este lugar. Al día siguiente, luego de un buen desayuno, emprenderemos el retorno hacia la Riviera Maya.
I.G.H.