Parte del regalo que nos hacen las aves es impulsarnos a conocer el mundo que nos rodea, invitándonos a desconectarnos de las pantallas de nuestras computadoras y dispositivos móviles para salir a recorrer carreteras y caminos en busca del punto de entrada a algún paraje natural. Una vez allí, además de toparnos con seres emplumados, con suerte nos encontraremos también con nosotros mismos.
Si entendemos eso, podremos evitar también la trampa de enfocarnos demasiado en nuestra “lista de especies” y comprenderemos que, aunque viajemos en busca de aves, el viaje en sí mismo es nuestro destino. Con eso en mente trazaremos la ruta y elegiremos los sitios donde pernoctaremos, los lugares donde comeremos y los pueblos donde haremos esa parada estratégica para tomar un café oportuno que despierta los sentidos, alimenta la conversación y abre el apetito para seguir devorando kilómetros de carretera.
Se hará también cada vez más fácil reconocer instintivamente aquellos lugares donde nos sabremos especialmente bienvenidos, como lo sentimos esta vez al llegar al Rancho San Román, sitio elegido para nuestra pernocta durante nuestro viaje exploratorio a Palizada, Campeche.
Aquí, a orillas del Río Palizada, se conjugan los colores y sonidos de la naturaleza con las texturas de una vieja hacienda que ha decidido reinventarse como «bed and breakfast». Se percibe también la energía vital de un equipo humano que ha renovado estos espacios con la meta de ofrecer a los viajeros razones de sobra para detenerse.
La sensación que prevalece al hospedarse en estas acogedoras habitaciones de dos niveles con hermosas camas vestidas con telas oaxaqueñas, elegantes armarios de maderas nobles y amplios baños modernos, es la de ser huéspedes personales de su propietaria, Rosa Yolanda del Rivero Lastra (o Rosita, como prefiere ser llamada). Su abuelo desarrolló este rancho ganadero a comienzos del siglo XX, edificándolo con bloques moldeados en arena del río Palizada y cocidos al sol. En los cuartos que ocupan hoy los espacios del antiguo centro de acopio de la hacienda se han dejado sin frisar pequeñas secciones de las paredes interiores, en homenaje a la textura original de aquellos viejos ladrillos.
Al asomarnos por la ventana del nivel superior de nuestra habitación apreciamos de cerca las antiguas tejas rojizas que aún cubren los techos, fabricadas en Marsella, Francia, y traídas como lastre a Palizada en las bodegas de incontables bergantines que emprendían luego la larga travesía de regreso a Europa cargados de maderas preciosas y palo de tinte. Es historia real y viva del estado de Campeche, materializada en esas tejas que siguen cumpliendo su misión original: protegernos del sol y de la lluvia.
A pocos pasos de nuestra habitación se levanta directamente sobre la ribera, en íntimo abrazo con los árboles, un singular palafito de madera y techo de palma, sin más paredes que la malla necesaria para mantener afuera a los insectos sin obstaculizar el disfrute de una vista panorámica del río. Es el mismo río Palizada a cuyas aguas llegaba a nadar todas las tardes, al regresar de la escuela, una impaciente Rosita enamorada de este paisaje. Son recuerdos de infancia que comparte con nosotros de buena gana y que permiten entender, sin necesidad de muchas explicaciones, el amor que siente por este lugar y el placer que le produce compartirlo con sus huéspedes.
Como buena anfitriona, incapaz de reservarse el deleite de ese lugar privilegiado para ella sola, Rosita ha transformado el refugio de sus tardes en un acogedor espacio de especial gracia. Hamacas, cojines y un íntimo bar invitan a disfrutar de un cocktail mientras se admira el vuelo de incontables aves que trazan sus rutas desde y hacia sus lugares de pernocta, en la mañana y en la tarde, a lo largo del río.
También con vista a la ribera, otra habitación conocida como «la cabaña del río» y construida en madera, ofrece una agradable veranda ideal para la relajación, la contemplación o la lectura. En el caso de fotógrafos como nosotros, es también una plataforma perfecta para capturar imágenes del desfile permanente de aves y de la visita, cotidiana pero siempre emocionante, de los monos aulladores.
Quizás, en un día con suerte durante una futura visita (porque sin duda tendremos que volver al Rancho San Román), podremos admirar desde allí otro evento especial que nos describe Rosita: «la luna llena sale a la vez con la puesta del sol, y ese espectáculo se puede ver desde el río«. Nos cuenta además que en Mayo, época de los famosos mangos de Palizada, arrojan la deliciosa fruta al río para alimentar a los manatíes. Así tentados, estos sirénidos que llegan a pesar media tonelada se acercan y se dejan ver. Es un espectáculo poco común que confirma la importancia de este ecosistema para la supervivencia en México del manatí (Trichechis manatus), especie clasificada como «Vulnerable» por el IUCN Redlist.
Cerca de esa cabaña escalones de madera invitan a descender hasta el embarcadero, donde esperan dispuestas las lanchas cuya misión expresa es llevar a los huéspedes a disfrutar de un recorrido por el Río Palizada. Las bondades de ese paseo en bote las hemos celebrado en la primera parte de esta historia. Vale la pena hacer ese recorrido fluvial más de una vez, pero en esta ocasión hemos elegido mantener los pies en tierra para explorar el sendero interpretativo dentro de la propiedad.
El camino guía nuestros pasos en línea paralela al río y nos regala, cobijados por la sombra de árboles centenarios, el avistamiento de numerosas aves, incluyendo el encuentro cercano con un colibrí en su nido. También somos testigos del espectáculo inesperado que protagonizan iguanas acrobáticas, las cuales reaccionan a nuestra presencia lanzándose al río desde las ramas de los árboles, siempre con un gran finale de acuático estruendo. Quisiera fotografiar a estas clavadistas de larga cola y arrugada piel, pero para lograrlo tendría que ser capaz de predecir el futuro. Este sendero, al igual que el río que lo acompaña, merece ser recorrido más de una vez.
Al caer la noche nos reunimos en el acogedor comedor de la casa principal del rancho, escenario de deliciosos desayunos y cenas y epicentro de nuestras conversaciones y risas. Con característico entusiasmo, Joann Andrews lidera la compilación de la lista de especies de aves que hemos visto hasta ahora. Nuestra misión en este viaje es evaluar el potencial de la zona para el aviturismo y a todos nos entusiasma constatar que, a pesar de que el clima nublado no ha sido el más favorable y aún no es momento de cerrar el conteo, ¡ya llevamos 130 especies!.
Así, con los ánimos en alto, nos retiramos a nuestras habitaciones para un merecido descanso. Descanso que tendrá que esperar porque, frente a nuestra habitación, una vieja palma alberga a una pareja de lechuzas de campanario (Tyto alba) con sus pichones, cuyos llamados nos atraen al jardín para contemplarlas. No hay suficiente luz para fotografiar las salidas de estas lechuzas en busca de alimento, pero sí basta para registrar el evento con la cámara de nuestra memoria.
El siguiente día habrá de comenzar temprano: nuestra hoja de ruta anuncia una visita a Palizada, ciudad fundada el 18 de mayo de 1772 bajo el nombre de San Joaquín de la Palizada y declarada «Pueblo Mágico» de México en Febrero de 2011. Magia que, hay que decirlo, ya se ha hecho presente en este viaje.
I.G.H.
(…continuará).
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El Rancho San Román se encuentra en el Km. 45.5 de la Carretera Palizada-Santa Adelaida, a unos 22 kilómetros de Palizada. Para más información, visita el sitio web del Rancho San Román, contáctalos a través de su página en FaceBook, o llama directamente al Tlf. 913 403-8807.
Agradecemos especialmente el apoyo de SECTUR Campeche que hizo posible este viaje. Para mayor información sobre éste y otros maravillosos destinos en Campeche, visita www.campeche.travel
I.G.H.
Qué hermoso lugar!! Muy pronto tomar la decisión de tomar una vacación es con ustedes, visitar mi Palizada hermosa y su espléndido lugar.
Sin duda es un destino que vale la pena visitar. Saludos cordiales.