En la senda del jaguar con Steve Winter, fotógrafo de National Geographic – Parte II

¿Estamos en un santuario de jaguares? Sí, pero…

Abraham Puc Gil, biólogo con el programa de conservación del jaguar en El Zapotal, nos guía por un sendero hacia un cenote abierto que visitan con frecuencia una docena o más de los jaguares residentes en la reserva. Steve Winter y Bertie Gregory lo siguen de cerca mientras nos aproximamos silenciosamente al sitio, con buen ánimo y llenos de expectativa.

Gracias a los datos obtenidos por el programa de monitoreo de la reserva Steve ha podido elegir varias posibles locaciones para tres cámaras-trampa y este cenote encabeza la lista.

Para nuestra tranquilidad no nos enfrentamos a riesgos comparables a los experimentados por Steve al fotografiar tigres en India y Asia (como contamos en la Parte I de esta historia). Los jaguares son depredadores alfa en la Península de Yucatán, pero a diferencia de los tigres no tienen la reputación nefasta de ser devoradores de hombres. Por el contrario, han sido víctimas durante siglos de la capacidad humana para la destrucción, lo cual quizás ayude a explicar por qué prefieren evitarnos.

Figura de piedra de un doble jaguar (o puma), encontrada por Catherwood y Stephens en Uxmal. (Reproducción de una ilustración de  Frederick Catherwood).

Según estimaciones científicas, unos 100,000 jaguares poblaban las Américas cuando los conquistadores españoles pusieron por primera vez pie en estas tierras a finales del siglo XV. CENJAGUAR, un proyecto que estudia las poblaciones de jaguares y de sus presas, ha estimado que unos 4,000 jaguares sobreviven hoy en territorio mexicano.

Si graficamos esas cifras en una sencilla tabla poblacional el resultado será una curva en picada descendente que podría terminar pronto con la desaparición del jaguar. De hecho, esos números pueden haber bajado aún más desde que se realizaron los estudios. Actualmente Panthera onca está considerada oficialmente en México como especie bajo amenaza de extinción (NOM-059-ECOL-2010), condición que ha confirmado CITES en su Anexo 1 de 2010.

Tomemos en cuenta otro dato sorprendente: la Península de Yucatán ocupa tan solo 9.23% del territorio total de México, pero se cree que la mitad de todos los jaguares que sobreviven en el país están aquí. Esto reafirma los valores de las políticas destinadas a la protección de la biodiversidad en la península, como lo ejemplifican las más de 700,000 hectáreas de la gigantesca Reserva de la Biósfera de Calakmul y la existencia de reservas estatales y privadas más pequeñas como El Zapotal, con sus 2,538 hectáreas de hábitat protegido que provee una zona de amortiguación para la Reserva de la Biósfera de Ría Lagartos.

Pero en lugar de hacernos sentir optimistas, esas cifras deberían hacer sonar las alarmas por cada parche adicional de selva que se pierde en esta maravillosa península, porque ningún otro factor afecta tanto a la biodiversidad como la pérdida y fragmentación del hábitat. Subrepticiamente pero a paso firme las fuerzas del desarrollo siguen avanzando en la Península de Yucatán, con severos costos para la biodiversidad.

Deforestación en los límites de la Reserva de la Biósfera de Calakmul. (Foto © Iván Gabaldón).

Tristemente y a pesar de estar legalmente protegido el jaguar sigue siendo cazado, bien sea para presumir de machismo, por interés pecuniario o por conflicto con las actividades humanas. La pérdida de cerdos, vacas, cabras o perros en las comunidades rurales puede desatar una partida de caza, y el jaguar tiene pocas probabilidades de salvar su piel cuando se ve acorralado por una jauría de perros seguidos por hombres con escopetas. En un reciente incidente bizarro un cachorro de jaguar fue asesinado al adentrarse en los terrenos de un hotel de playa en Quintana Roo, supuestamente para proteger «la seguridad» de los huéspedes.

Agreguemos a esto las muertes causadas por arrollamientos en las carreteras, la continua pérdida y fragmentación del hábitat y la cacería de subsistencia que diezma a las mismas presas de las que se alimenta el jaguar, y podemos ver que existen motivos de sobra para preocuparse.

Por todas estas razones cabe decir que Steve Winter ha venido al lugar correcto en su misión de fotografiar jaguares en México, pero nada garantiza que encontraremos jaguares o que será posible obtener buenas imágenes.

Los jaguares beben aquí pero, ¿estamos en el lugar correcto para una cámara-trampa?

Como demuestran las fotografías que nos ha mostrado Abraham la noche anterior, estamos a punto de llegar a un reservorio permanente de agua que es utilizado con frecuencia por jaguares y otros mamíferos para saciar su sed.

Contamos también con mi propia evidencia anecdótica: hace algunos años tuve la fortuna de estar con un grupo de biólogos cuando nos topamos con un jaguar adulto que dormía en este mismo lugar, una experiencia que jamás olvidaré. Observamos al jaguar sobrecogidos durante un momento que pareció eterno, nuestros corazones latiendo aceleradamente. El jaguar levantó su hermosa cabeza, movió sus orejas y nos miró directamente con efecto embrujador. Finalmente Balam se levantó, dió media vuelta y se alejó lentamente entre los matorrales. Nos dejó sin habla.

Equipado con toda esta información pero sin haber visto nunca este lugar, Steve tiene la idea de colocar una cámara en el agua cerca del borde del cenote, mirando hacia afuera, con la idea de fotografiar a cualquier jaguar que venga a beber junto a su líquido reflejo. Pero cuando finalmente el sendero se abre y llegamos a nuestro destino, para nuestra sorpresa y decepción, encontramos el sitio muy distinto a como yo lo recordaba. La vegetación ha crecido y el agua se extiende ahora más allá de los bordes del cenote, inundando la zona donde dormía el jaguar en aquél día de suerte.

Un registro visual del jaguar en la misma locación que Steve consideraba para su primera cámara-trampa. (Imagen de cámara-trampa captada por el Biólogo Abraham Puc Gil para Pronatura Península de Yucatán).

Steve evalúa concienzudamente la zona y busca huellas de animales (cualquier señal de las presas del jaguar es también una pista útil), y mientras lo observo trabajar comprendo que el fotógrafo se ha convertido en cazador y rastreador. Un cazador, sin embargo, optaría por la opción más fácil: utilizar a un perro cautivo o un pedazo de carne para atraer al depredador hambriento, algo que Steve jamás haría. Más allá de las obvias consideraciones éticas, el resultado serían malas fotografías. Después de todo, ¿quién quiere ver a un jaguar devorando a un aterrorizado perro amarrado, o a un cadáver puesto allí por el hombre?. «En el instante en que alguien introduce carnada en la escena, el comportamiento natural del animal desaparece«, dice Steve con tono severo.

Le toma a Steve algunos minutos descartar la locación. A fin de instalar todos los componentes de su cámara-trampa necesita dos o tres posiciones elevadas para fijar las luces (las ramas de algún árbol, por ejemplo) y no hay ninguna aquí que parezca apropiada. También necesita dónde fijar la cámara dentro de su caja protectora, así como dos puntos opuestos que crucen la posible trayectoria del animal, para instalar allí el cajetín del TrailMaster y la unidad emisora de infrarojo, cerebro y ojos del sistema disparador.

Además, a pesar de lo bien que sonaba la idea de poner la cámara en el agua mirando hacia afuera, las opciones de encuadre no son tan prometedoras a través de la única ventana que ahora permite la vegetación. «Soy muy quisquilloso al elegir dónde pongo mis cámaras«, dice Steve. «Si quieres hacer una gran imagen, no basta con tener al jaguar allí, necesitas que el escenario también sea digno de ver».

Steve y Bertie examinan huellas de animales. (Foto © Iván Gabaldón).

Tomamos entonces la decisión de caminar de regreso por la trilla hacia el bosque petrificado que hemos cruzado antes. El jaguar debe recorrer ese sendero para llegar hasta el agua y el bosque tiene un aire misterioso que a Steve le gusta. Una vez allí, a juzgar por su actitud, nuestras perspectivas parecen estar mejorando. «Me gustan estas ramas, podemos iluminarlas para darle a la imagen lo que yo llamo el factor escalofriante «, dice. «Es decir, a veces me gusta crear imágenes que pueden dar un poco de miedo, para transmitir al espectador la sensación de cómo sería encontrarse de noche en el bosque con este poderoso depredador«.

La primera decisión crucial es dónde poner la cámara-trampa, pero habiendo elegido un lugar, el meollo del asunto es decidir cómo componeriluminar. Es necesario anticipar lo que hará el animal y contar con algo de suerte. Toda la sapiencia fotográfica de Steve entra en juego al enfrentar cada posible locación. Debe tomar decisiones que involucran técnica fotográfica, visión estética, tecnología mañosa y trabajo decididamente físico.

La pregunta más apremiante es tan desalentadora que casi da risa: ¡El sujeto no está presente! El fotógrafo necesita visualizar y pre-componer una imagen basado en su predicción de dónde el animal estará. El éxito nunca está garantizado y es importante contar con mucha experiencia y un agudo instinto.

Las preguntas no terminan allí. ¿El jaguar vendrá de noche o de día? Tomando en cuenta ambos posibles escenarios, ¿cómo se debe ajustar la exposición? ¿Desde qué dirección vendrá el animal? ¿Se dará cuenta el jaguar de que algo ha cambiado y caminará alrededor, saliéndose del encuadre? ¿Será suficiente la profundidad de campo para que permanezca en foco? ¿Vendrán aves que activen repetidamente el sistema, descargando las baterías? ¿Qué hay de los monos, siempre curiosos, están por aquí? ¿Llegarán personas hasta este lugar y en ese caso, se robarán los equipos?

Componentes básicos del sistema de cámara-trampa, de izquierda a derecha: cinchas plásticas para cables, tubo de PVC con tapas (translúcido en un extremo) para los flashes y sus disparadores inalámbricos, papel aluminio negro para controlar la luz, unidad principal TrailMaster, emisor infrarojo, caja a prueba de clima y cámara DSLR con lente zoom gran angular.  (Foto © Iván Gabaldón).

Utilizando a Abraham como modelo, Steve pre-compone su fotografía a partir de la presunción de dónde estará el jaguar. (Foto © Iván Gabaldón).

Ya con la cámara dentro de la caja protectora, Steve confirma encuadre y enfoque antes de asegurar todo en su lugar. (Foto © Iván Gabaldón).

Steve y Bertie se ponen manos a la obra con la instalación de la cámara-trampa, un proceso que resulta especialmente laborioso cuando los flashes se rehúsan a trabajar como deben. Todos ayudamos, cargando troncos para utilizarlos como superficies adicionales para fijar los componentes del sistema. Apenas comenzamos y esta es tan solo la primera cámara, con dos más por delante. Cuando todo esté finalmente listo deberemos esconder los cables tanto como sea posible.

Cuando terminamos ya cae la noche. Tras caminar de regreso a la base nos quitamos las botas y una cena caliente con abundante vino nos otorga el complemento perfecto para el fascinante repertorio de historias de Steve. Una de esas historias (la cual comparte aquí) trata precisamente de cómo la primera imagen exitosa que hizo con cámara-trampa fue de un jaguar, al cual fotografió en Costa Rica mientras realizaba un reportaje sobre el Quetzal. La fotografía fue utilizada en la primera historia sobre jaguares que publicó National Geographic, así que en cierta forma esta expedición a Yucatán es como un volver al comienzo para Steve.

El buen ánimo y la camaradería permiten al reloj avanzar a paso rápido hacia la medianoche, pero el día siguiente nos espera con trabajo arduo. Eventualmente caemos en nuestras camas y hamacas para una merecida noche de descanso con jaguares poderosos en la mente. Mañana revisaremos primero la cámara 1, luego procederemos a instalar dos cámaras más, una de ellas en el agua. El nuevo día develará una auspiciosa sorpresa en la Parte III de esta historia.

Camaradería, buena energía y profesionalismo son parte del paquete con estos amigos. ¡Hace que el trabajo duro sea mucho más fácil!. (Foto © Iván Gabaldón).

I.G.H.

Con agradecimiento especial a Pronatura Península de Yucatán por su apoyo logístico y acceso a la reserva privada El Zapotal.

Gracias también muy especialmente a Roselys Oropeza, Jefe de Producción de Kinetrópico, por diseñar nuestro itinerario, seguir nuestro progreso en cada fase del camino y proveer apoyo continuo desde nuestra base en Mérida, Yucatán.

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