¿Cómo funciona, esta maravilla que llamamos Naturaleza?
Funciona de infinitas maneras. Tantas en realidad que, sin importar cuánto lo intentemos, nunca lo entenderemos del todo. Pongamos el intelecto colectivo de la humanidad sobre esa tarea y aún así nos quedaríamos cortos.
No teman, esto no es un diatriba contra la investigación científica, tampoco me estoy deslizando hacia un rapto místico. Estas son simplemente ideas presentadas ante mí por una historia de amor entre orquídeas y hormigas.
Pensemos en las orquídeas
A menudo bendecidas con perfumadas flores de exquisita belleza, las orquídeas pertenecen a una de las dos familias más numerosas de plantas florales (Orchidacae). La mayoría de la gente lo ignora pero la vainilla, conocida por todos como el sabor más común de helado, proviene de la Vanilla planifolia, una orquídea nativa de Mesoamérica. Las orquídeas han atraído a los botanistas hasta los lugares más inaccesibles de la Tierra, pero los científicos no logran ponerse de acuerdo sobre el número exacto de especies y han inscrito entre 21,950 y 26,049 en un registro taxonómico en constante modificación. Esto equivale aproximadamente a todas las especies de peces con huesos o a más del doble de todas las aves. Abultando más esa lista, los horticulturistas han aprovechado las características evolutivas de las orquídeas para producir más de 100,000 híbridos adicionales a lo largo de décadas de amoroso trabajo.
Las orquídeas conforman un mundo en sí mismas y a la vez tiempo están profundamente conectadas con los ecosistemas que las acogen, con frecuencia por vías muy específicas y casi invisibles. Por ejemplo, la polinización natural de algunas especies de orquídeas depende de relaciones tan especializadas que es poco menos que un milagro cuando en efecto sucede.
Ahora, pensemos en las hormigas
Tras recorrer el planeta desde hace 130 millones de años, las hormigas prosperan hoy en todos los lugares de la Tierra con la singular excepción de su territorio más inhóspito, la Antártida. Los científicos estiman que las hormigas componen entre 15 y 25% de toda la biomasa terrestre y han identifico unas 12,500 especies de un total de 22,000 que se cree existen. Las hormigas carecen de cerebro pero pueden resolver problemas complejos. Son capaces de transferir conocimientos adquiridos a generaciones subsiguientes, una habilidad que hasta donde se sabe solo los mamíferos de grandes cerebros poseen entre los animales. Es lo que los humanos llamamos “enseñar”.
Las hormigas viven en sociedades complejas con poblaciones que pueden alcanzar millones de individuos, en las cuales el trabajo está cuidadosamente dividido entre castas especializadas. Algunas especies de hormigas son hábiles agricultoras. Otras hacen la guerra, esclavizando a sus oponentes derrotados y poniéndolos a trabajar. Las hormigas utilizan la química como arma de guerra y también como herramienta para las comunicaciones. Con frecuencia consideradas por los humanos como plagas, las hormigas ayudan a controlar muchas plagas y proveen servicios ecológicos vitales, como la distribución de semillas y el aireamiento de los suelos.
Y eso es apenas la punta del iceberg. O mejor dicho, el inicio de esta historia.
Un chispazo de conocimiento sobre orquídeas y un jardinero con un regalo
Todavía vivíamos en Quintana Roo cuando tomé la carretera hacia Mérida un buen día para entrevistar a la célebre conservacionista Joann Andrews. Tras una larga y provechosa conversación, mientras Joann me guiaba de salida a través de su jardín hacia el portal de su amplia casa, dejó caer una perla más de conocimiento sobre mí. Joann es ampliamente reconocida como experta orquideóloga, calificación que no logra ocultar su entusiasmo juvenil por estas exuberantes plantas.
“Es algo realmente notable”, dijo mientras me enseñaba una de sus plantas. “Unos científicos hicieron un estudio y encontraron que algunas especies de orquídeas aquí en la península interactúan hasta con nueve especies de hormigas. Las hormigas ayudan a la planta a florecer, la defienden de los herbívoros y establecen su residencia en los bulbos, donde almacenan insectos muertos que a su vez proveen proteínas para la orquídea. La recompensa para las hormigas es alimentarse del néctar de la orquídea.”
La imagen me cautivó. Esto era algo que definitivamente quería ver. Poco sabía entonces que pronto me sería concedido ese deseo.
Demos escena a Manuel, el gentil hombre de Chiapas que cuidaba las plantas en el pequeño condo donde entonces vivíamos, anidado en un parche de selva que aún sobrevive pocos minutos al norte de Akumal. Una tarde, durante su regreso a casa en bicicleta, Manuel pasó junto a un terreno que estaba siendo deforestado para urbanizar. Todo había sido cortado, incluyendo a muchas orquídeas, tristemente descartadas y dejadas de lado a morir. Manuel rescató tantas como pudo y al día siguiente trajo algunas a nuestro jardín. Fue así como tuve el placer de conocer a Myrmecophila christinae.
Joann, con su generosidad característica, me había regalado una copia de su libro “Orquídeas de Quintana Roo – Belleza Oculta” (con León Ibarra González), en cuyas páginas pronto encontré a nuestra orquídea. Su nombre Maya, registrado como hombak o xombak, significa “hueso con médula”, en referencia al parecido entre huesos huecos y los pseudobulbos de la planta. Su nombre científico, Myrmecophila christinae (inscrito en la taxonomía por Carnevalli y Gómez Juárez), se deriva de las palabras griegas myrmex (hormiga) y filos (amigo). Tanto el nombre maya como el científico otorgan pistas acerca de la intrigante historia de vida de una orquídea con pseudobulbos huecos y una particular afinidad con las hormigas.
Armado con un nombre en latín, Google prontamente me dirigió hacia el “Centro de Investigaciones Científicas de Yucatán” (CICY), donde el mismo Dr. Carnevalli que bautizó la especie tiene residencia permanente como profesor e investigador. Un texto con su firma describe a Myrmecophila christinae y menciona sus “grandes pseudobulbos huecos con aperturas cerca de la base, a través de las cuales penetran varias especies de hormigas para vivir en su interior. Las hormigas establecen una relación simbiótica con la planta, adquiriendo espacio para vivir a cambio de protección contra herbívoros y una provisión de nutrientes para la orquídea, derivados de los desechos y detritus de la colonia”.
Una historia que mi cámara no se podía perder
Al darle a Myrmecohpila christinae un nuevo hogar en un árbol cercano a mi puerta, Manuel me había otorgado el privilegio de documentar esta historia de amor entre una orquídea y su multitud de hormigueantes amigos. Lancé hacia el jardín extensiones eléctricas, monté dos flashes de estudio con cajas difusoras, y me puse a trabajar con un lente 60mm Micro-Nikkor y un viejo tubo de extensión Nikon M-2. Durante varios días me dejé absorber por la caza obsesiva de imágenes nítidas de las veloces hormigas.
Pronto resultó aparente que dos especies de hormigas trabajaban en turnos claramente definidos. Durante las horas diurnas fotografié negras hormigas diminutas (2-3 mm) de abdomen prominente y con frecuencia levantado. Luego, al caer la noche, éstas eran reemplazadas por hormigas rojas grandes (7-10 mm) ataviadas con largas antenas.
Entre sesiones fotográficas editaba las imágenes y adelantaba infructuosas búsquedas en internet con la esperanza de encontrar nombres científicos para las hormigas. Creo haberme acercado en varias oportunidades, pero al no tener certeza me rehuso a contentarme con un “listado optimista”, así que las hormigas han de permanecer anónimas en esta historia. (Hago un llamado a los entomólogos que puedan estar leyendo esto, compartan su conocimiento con nosotros en la sección de comentarios al pie, o escriban a ivangabaldon@gmail.com y añadiré la información aquí con sus correspondientes créditos).
Las pequeñas hormigas negras, en virtud de su tamaño, resultaron las más difíciles de fotografiar. No por eso fue menos entretenido observarlas, con sus desproporcionados abdómenes subiendo y bajando en algún tipo de danza telegráfica. Algunas avispas también visitaron la orquídea y posaron para mi cámara, innegablemente atractivas en su combinación de negro con acentos amarillos.
Más allá de diminutas hormigas negras y visitas de avispas, el grueso de mi atención fue monopolizado por la persistente actividad de las grandes hormigas rojizas. Emergiendo de los pseudobulbos en la base de la planta, viajaban a lo largo del tallo de dos metros en dirección a las flores aún sin abrir y se ponían a trabajar. Ante mi mirada de lego parecían estar acariciando a la planta, una y otra vez, gentilmente hasta que… voilá, una pequeña gota de cristalino néctar brotaba a la superficie del capullo, solo para ser rápidamente cosechada por las hormigas, digna recompensa por sus esfuerzos. Fascinado, perdí el sentido del tiempo.
Un arqueólogo amistoso excava y extrae un tesoro
Después de tantas horas de fotografía y unas cuantas más editando, sabía que tenía que compartir las imágenes con Joann. Cuando finalmente pudimos encontrarnos de nuevo en su famosa biblioteca, mientras mirábamos las fotos, le pregunté acerca de aquél estudio sobre la relación entre orquídeas y hormigas que había mencionado meses antes. No lo tenía a mano, pero era mi día de suerte. Con nosotros en la biblioteca de Joann estaba también un arqueólogo visitante, ensimismado en la meticulosa clasificación de artefactos excavados del jardín de una casa del Siglo XIX en Sisal. Amablemente me ofreció navegar por internet y pronto, utilizando su acceso a recursos académicos, halló la disertación “Schomburkia tibicins Batem. (Orchidacae) – effect of mirmecophily on reproductive fitness”. (Rico-Gray, Victor, Ph. D. – Tulane University, 1987). Una descarga después fui servido con un archivo .pdf para llevar.
El trabajo por Rico-Gray no se enfoca en la misma especie de orquídea que yo pude fotografiar, pero sí en una muy cercana. Tanto así que, de vuelta en el sitio web del CICY, pronto encontré referencias sobre la frecuente confusión entre nuestra Myrmecophila christinae y Myrmecophila tibicinis, otra especie de orquídea amante de las hormigas y nativa de la Península de Yucatán, descrita por primera vez por James Bateman en su libro de 1843 “The Orchidicae of Mexico and Guatemala”. Este volumen bellamente ilustrado, para mi sorpresa, puede verse página a página en línea gracias a archive.org.
Científicos, legos y abejas misteriosas
Volviendo a Rico-Gray, su reporte sobre Myrmecophila tibicinis detalla los pormenores de un estudio que requirió 14 meses de trabajo de campo durante el curso de cuatro años, en la década de 1980. Las actividades se desarrollaron en las dunas de San Benito, al norte del estado de Yucatán, e incluyeron “la determinación del patrón de dispersión de la orquídea, monitoreo del cuaje del fruto y monitoreo de los vectores de polinización, estudio de los efectos de las hormigas sobre las estructuras reproductoras [de la orquídea] y experimentos de rastreo radioactivo para determinar absorción en los pseudobulbos”.
Wow. Si el párrafo anterior les hizo sentirse mareados, cuentan con mi simpatía. Carezco de la formación científica para comprender a cabalidad este tipo de reporte, pero aún así lo leí completo y lo encontré muy interesante. Para no incursionar en aguas demasiado profundas, digamos tan solo que el estudio aborda los múltiples aspectos de la relación mutualista entre orquídeas y hormigas, incluyendo posibles implicaciones co-evolutivas. Resulta claro, entre otras cosas, que las hormigas juegan el papel de guardaespaldas, protegiendo a la orquídea de insectos herbívoros. La orquídea depende de las hormigas, las cuales siempre estuvieron presentes en las plants observadas, pero las hormigas proveen sus servicios por conveniencia y oportunidad, ya que también pueden sobrevivir asociadas a otras plantas. Las hormigas evidentemente disfrutan del valor nutritivo del delicioso “néctar extrafloral”.
Las hormigas, sin embargo, no son las polinizadoras de la orquídea, y es aquí donde esta historia toma un desvío inesperado hacia territorio desconocido. El estudio explica cómo distintas especies de orquídeas utilizan mezclas singulares de 39 fragancias aromáticas para crear olores únicos, cada uno diseñado para traer a una sola especie de abeja altamente especializada. Son estas abejas las que, en la inspiración de sus propios vuelos, determinan las posibilidades de una reproducción exitosa para cada orquídea.
Así que ahora, pensemos en las abejas
Y para hacerlo, tomemos algunas perlas de Rico-Gray:
“La polinización sucede al amanecer, justo después de la salida del sol, cuando el olor de las flores es muy perceptible. Las visitas son breves. (…) La siguiente visita de la abeja es a otra flor del mismo individuo, y después salen volando rápidamente fuera del rango visual del observador. Las visitas son difíciles de observar a causa de las condiciones de poca luz (..) y por ser muy poco frecuentes. Las abejas euglosinas vuelan demasiado rápido como para seguir sus actividades en áreas extensas, (…) poco se sabe acerca del rango de sus territorios. Durante el trabajo de campo (tres estaciones florales consecutivas) varias abejas fueron vistas volando rápidamente sobre el área de estudio. Diez abejas cargadas con polen en sus espaldas fueron observadas cerca de las orquídeas. Cinco fueron observadas entrando en las orquídeas; solo una fue capturada (…) no se logró determinar el sexo de estas abejas. Todas estas observaciones fueron hechas temprano en la mañana. Me escondí en los arbustos, a unos cinco metros de las plantas de orquídeas, rodeado por 5 a 9 plantas”.
Sucede entonces que, después de todos mis esfuerzos para fotografiar el affaire entre una orquídea y sus hormigas, la imagen que permanece en mi mente es una que aún no he visto: un científico levantándose durante meses antes del amanecer, para esconderse incómodamente en los arbustos a la espera de una abeja esquiva que prefiere no ser vista. Mientras más aprende sobre su objeto de estudio, más consciente está de aquello que se le escapa.
Como miembro de la raza humana, esto me hace pensar. Tenemos una larga historia asumiendo como nuestra a la Madre Naturaleza. Apenas recientemente estamos “evolucionado” hacia tímidos y autocomplacientes intentos para asignar “valor económico” a los sistemas naturales, valoraciones que pueden ser utilizadas para apoyar iniciativas conservacionistas o para “racionalizar” el continuado saqueo al medio ambiente. ¿Cuánto vale realmente un árbol? ¿Qué tal todos los árboles? ¿Cuánto si incluimos a todas las especies que interactúan con esos árboles, entre esas la nuestra? ¿Podríamos sacar la cuenta?
Nuestra cultura es materialista, nuestro pensamiento cortoplacista, y a pesar de todo nuestro poder intelectual, le toca a una abeja esquiva plantear la pregunta más lúcida: ¿Podemos ponerle precio a maravillas infinitas que aún no conocemos?
I.G.H.
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FUENTES:
Sobre las hormigas:
Ant – Wikipedia, the free encyclopedia
Sobre las orquídeas:
Orchidaceae – Wikipedia, the free encyclopedia
“Orquídeas de Quintana Roo” – Belleza Oculta”, por León Ibarra González y Joann M. Andrews.
Sitio web del CICY (el cual parece estar temporalmente fuera de línea).
On ants and orchids:
“Schomburkia tibicins Batem. (Orchidacae) – effect of mirmecophily on reproductive fitness”. (Rico-Gray, Victor, Ph. D. – Tulane University, 1987).
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I bought a Myremecatavola Frances Fox five months ago. It’s in bloom and I thought let’s read up about it. The normal hybrid parentage, growth habit,blooming habits etc. Just a normal curiosity. It’s a weirdly big plant. There I found that it’s Pseudobulbs we’re big because of Tibicinis’s ant welcoming traits. And now your page gave a wonderful and engaging description of the ant homing orchids in the Yucatán Peninsula . Many thanks. I’ll be reading this for a week at least. Maybe longer. 🤗
Hello Veena, thanks so much. It’s always a joy to learn that someone out there on the huge wide web has found one of my stories and didn’t just read it, but actually felt a meaningful connection to it. As if orchids weren’t amazing enough, witnessing those instances of symbiotic interactions between orchids and ants opened up a whole new world of appreciation to me, one that I can see you also share. Sincere thanks for taking the time to post your comment, it makes it all worthwhile. Cheers! 🙂
Wow this is so interesting. I’ve been wondering if the 2 types of ants – both black but one maybe 2mm & the other perhaps 7 0r 8mm – I see on my vanilla racines are a pest or a friend. I noted that neither ant appeared to be damaging the buds or open flowers, which I’m currently hand pollinating, But they swarm all over the whole bunch & the big ones have made a nest in a curled up vanilla leaf just above it. Now that I’ve read your observations I’ll just let them be in the hope that they are indeed friends not foes! I have after all been successfully growing good beans for about 8 years. Thank you for your informative post! I’m in tropical Far North Queensland in Australia by the way!
Hello Janet! It gives me much joy to know that my post has provided some reading pleasure and perhaps even useful information to you in Australia. I hope your vanilla thrives and the ants that visit it are friends, not foes, as was the case of the Myrmecophila I encountered. I’m guessing you know vanilla is originally native to mesoamerica, right? Thanks so much for posting your comment!
Excelentes contenidos. Agradecimientos por esta muy buena pagina. Ivan Marquez
PD: ustedes no enviaran a mi correo ningún articulo por mas interesante que sea, yo los busco si me interesa. Un abrazo.
Muchas gracias por visitarnos y gracias por su comentario, me alegra saber que encontró contenido interesante, saludos. 🙂