Apreciado Sr. Jaguar, ¡por favor venga a beber!
El sol calienta la selva mientras recorremos la trilla en fila india hacia nuestro destino. Es el segundo día en la expedición de Steve Winter para fotografiar jaguares en la Península de Yucatán y una vez más nos vemos atraídos por un cenote, el cual podría otorgar a Steve una segunda oportunidad para lograr una imagen que ya ha visualizado en su mente: la foto espectacular de un jaguar acercándose al cenote para saciar su sed, visto desde el agua.
Steve está emocionado con las posibilidades y su diáfano entusiasmo resulta contagioso. Igualmente notable es el compromiso de Bertie Gregory, quien tiene la doble misión de cumplir con su rol como asistente de Steve y grabar video para la plataforma digital de National Geographic. Lleva suspendida frente al pecho una cámara Sony FS-7 y a lo largo del día estará alternando cual hombre orquesta entre la instalación de las cámaras-trampa y su labor de camarógrafo.
El camino es rocoso y nos lleva en trayecto ascendente para luego comenzar a descender hasta que, finalmente, aparece frente a nosotros el cenote. Está rodeado por una alfombra de hojas secas sobra la cual se yerguen árboles cuyas ramas, extendidas hacia el agua, parecen querer escapar del intenso calor.
El biólogo Abraham Puc ha utilizado regularmente esta locación para instalar cámaras-trampa compactas del programa de monitoreo de fauna de El Zapotal, obteniendo numerosos registros de jaguares. Steve conversa brevemente con Abraham, observa a su alrededor sopesando las opciones y pronto elige un punto para ubicar su cámara. Se introduce en el cenote hasta que el agua le llega a la cintura y con esa señal el trabajo comienza de inmediato.
Muchos factores deben tomarse en cuenta para elegir el emplazamiento de una cámara trampa, como hemos explicado en la Parte II de esta historia. El lugar elegido hoy agrega otra variable, pues la cámara estará dentro del cenote. Steve quiere lograr un ángulo de visión tan cercano a la superficie del agua como sea posible y existe la posibilidad real de que, a medida que avance la temporada de lluvias y el nivel del agua suba, la cámara quede sumergida. Steve estima que el riesgo vale la pena, no sin antes interrogar a Abraham para entender hasta dónde ha subido el agua en años anteriores. Abraham responde tan bien como puede pero advierte con cautela que es difícil saberlo con seguridad.
Steve previsualiza la imagen y decide hacia dónde apuntar la cámara y cómo componer el encuadre. Le indica a Bertie la ubicación de los tres flashes que proveerán iluminación para el sujeto y para el ambiente a su alrededor. Hecho esto procedemos a instalar el sistema TrailMaster, alineando con precisión el haz de luz infraroja para que apunte directamente hacia el sensor y dibuje una línea que, con algo de suerte, será cruzada por el jaguar para disparar la cámara. Luego escondemos todos los cables lo mejor posible y los aseguramos con rocas y ramas secas. Finalmente el sistema completo debe ser probado para verificar que todo funciona correctamente.
Completar la tarea requiere casi tres horas de trabajo intenso y cuando terminamos la carcasa que alberga la cámara ha quedado pocos centímetros sobre la superficie del agua. Sabemos que estas carcasas están diseñadas para soportar sol y lluvia pero no para ser sumergidas y nos retiramos de la locación concientes de que, si el nivel del agua sube lo suficiente, la carcasa se anegará y el equipo resultará dañado. Steve está dispuesto a asumir ese riesgo porque su recompensa podría ser un gran trofeo: la magnífica fotografía de un jaguar acercándose al agua para beber, reflejado en un espejo líquido y con la cámara al nivel de sus ojos.
Ya de regreso en el campamento disfrutamos de un almuerzo sustancial y descansamos mientras el sol se aleja de su zénit en arqueado trayecto hacia el oeste. La temperatura ha bajado algunos grados cuando emprendemos nuevamente la caminata y pronto llegamos al punto elegido. Allí vemos que la trilla dibuja una línea divisoria entre la selva baja y una zona cubierta de juncos. Abraham nos informa que es un camino utilizado con frecuencia por la fauna que habita en la reserva.
En minutos estamos ocupados nuevamente con una rutina que comienza a resultarnos familiar: seleccionar la ubicación de la cámara, montar las luces y el sistema TrailMaster, esconder y asegurar los cables, fijar todo y probar el sistema para asegurarnos de que funciona. Nos toma otras tres horas completar la tarea y cuando terminamos ya ha caído la noche. Al día siguiente regresaremos a cada una de las locaciones para reconfirmar que todos los sistemas siguen funcionando.
Una triple segunda revisión y la promesa de cosas por venir
Les ahorraré los detalles del día que pasamos revisando cámaras-trampa, pero hay un par de incidencias que vale la pena mencionar. La cámara-trampa #1, aquella que había dado tantos problemas durante su instalación (como narramos en la Parte I de este reportaje), fallaba nuevamente. Se confirmaba así la pertinencia de realizar una segunda revisión, algo a tomar en cuenta por todo fotógrafo que trabaje con cámaras-trampa. Sería nuestra última oportunidad para asegurarnos de que todos los sistemas funcionan antes de dejar las cámaras desatendidas por al menos dos semanas.
Pero si aquella primera instalación resultó exasperante, exigiendo más trabajo y tiempo, y la cámara #2 no presentó novedad alguna, la tercera cámara nos esperaba con una sorpresa emocionante. El sistema TrailMaster anuncia en números rojos la cantidad de veces que ha sido activado y el contador indicaba que se habían tomado varias fotografías. Tras sacar la cámara de la carcasa y revisar rápidamente los contenidos de la tarjeta, una gran sonrisa invadió el rostro de Steve. La noche anterior, poco antes de retirarnos de la locación, ¡un ocelote había activado el sistema!
Los ocelotes (Leopardus pardalis) son felinos impresionantes por derecho propio. Los machos pueden pesar hasta 15 kg. y alcanzar los 100 cms. de longitud. De hábitos mayormente nocturnos, tienen ojos marrones que producen reflejos dorados cuando se los ilumina en la oscuridad. Son cazadores solitarios que salen al ocaso a recorrer su territorio y regresan a sus lugares de descanso con la primera luz del día, alimentándose de pequeños mamíferos, aves, peces, insectos y reptiles. Ocasionalmente son capaces también de capturar presas mayores como venados y pecaríes.
El ocelote nos llenó de alegría y espoleó nuestra ambición por triunfos venideros. Quizás más importante aún, le permitió a Steve ajustar la iluminación de esa cámara-trampa. El felino estaba bien iluminado pero el escenario a su alrededor había quedado muy oscuro, por lo que Steve decidió aumentar la potencia de los flashes dirigidos hacia el fondo.
Cerrando así la primera etapa de esta misión nos toca empacar con premura para tomar la carretera hacia la Reserva de la Biósfera de Ría Lagartos. Esperamos poder presenciar allí el impresionante espectáculo de una gigantesca colonia de flamencos en plena anidación. Luego trasladaremos a Steve y Bertie a Cancún, donde abordarán un vuelo hacia Colombia pasar varias semanas filmando y fotografiando jaguares. Entre tanto yo regresaré a El Zapotal a revisar todas las cámaras, con la misión de cambiar baterías y asegurarme de que sigan trabajando durante varios días más antes de volver una última vez para recogerlas definitivamente.
Una vez concluído su trabajo en Colombia, Steve y Bertie regresarán a Cancún y desde allí saldremos en lanchas rápidas hacia «El Azul», la zona aguas afuera de la costa del Caribe Mexicano donde es posible experimentar la placidez pantagruélica de los tiburones ballena y admirar el impresionante diseño natural de las mantas oceánicas. Finalmente cerraremos la producción con una última visita a la colonia de flamencos en Ría Lagartos, la cual para ese entonces debe estar llena de jóvenes polluelos.
Compartiremos todas estas increíbles experiencias con nuestros lectores aquí en Ride Into Birdland, pero antes haremos un salto hacia adelante en la línea de tiempo para regresar con ustedes a revisar las cámaras-trampa de Steve en El Zapotal. Es hora de averiguar si tanto trabajo ha obtenido alguna recompensa.
Develaré de una vez que no hallé nada digno de mención en las primeras dos cámaras que revisé. La cámara que había fotografiado al ocelote me esperaba con algunas imágenes de una Garza Cuello de Tigre que caminaba con actitud distraída y había activado varias veces el disparador. Tampoco encontré fotos de jaguares en la cámara #1. Cambié baterías en ambas cámaras, ajusté algunos flashes que se habían movido con el viento y la lluvia, y las dejé trabajando.
Solo faltaba entonces revisar la ambiciosa cámara instalada en el cenote. Les invito a ver el siguiente video para apreciar lo que encontré al llegar allí.
De regreso en Mérida, ¡la hora de la verdad!
Si vieron el video ya saben que a estas alturas hemos regresado a Mérida con una maleta llena de equipo húmedo. Hemos puesto todo a secar y ahora estamos finalmente listos para revisar la tarjeta que sacamos de la cámara. La computadora la reconoce sin problema y no parece haber sido afectada por los días que pasó sumergida, pues los contenidos se transfieren sin problema a uno de mis discos duros.
Comienzo entonces a importar a Lightroom los archivos RAW, conteniendo la respiración. Las imágenes van apareciendo en la pantalla y… ¡en efecto, allí están! ¡El trailMaster ha disparado una secuencia de fotografías y veo imágenes de un jaguar acercándose al agua a beber, tal y como Steve lo había visualizado!
Imagino que Steve debe estar fuera de alcance en alguna remota locación, pero aún así marco su número. Estoy de suerte, Steve atiende desde el asiento trasero de un taxi que lo traslada junto a Bertie hacia el aeropuerto donde abordarán un helicóptero militar para adentrarse en las selvas de Colombia.
“Ivan fue a revisar las cámaras”, repite Steve a Bertie mientras le voy dando mi reporte, su tono de voz elevándose con la emoción. “No había nada en las primeras dos cámaras… ¡pero tenemos al jaguar en la cámara que dejamos en el cenote!. Los escucho celebrar a gritos y los imagino sonriendo, como también sonrío yo. Nuestro trabajo, con algunas gotas de buena suerte, ha resultado en una misión cumplida.
Steve me pide que envíe los archivos RAW por Internet a Verónica, su «studio manager» en Estados Unidos. Semanas más tarde, cuando él haya podido revisar personalmente las imágenes, accederá generosamente a compartirlas con nosotros aquí en Ride Into Birdland. ¿Qué más podríamos pedir para cerrar con broche de oro la Parte III de esta historia? ¡Gracias Steve!.
De modo que, finalmente, aquí están. Les invito a admirar la belleza de Panthera onca, el poderoso jaguar de la Península de Yucatán, en la lente de Steve Winter, fotógrafo de National Geographic.
Solo Steve puede elegir la mejor imagen, pero no me sorprendería si se inclina por la primera foto con su reencuadre vertical. La pose del jaguar, cabeza extendida hacia abajo desde los hombros y apuntando hacia adelante, tensión muscular en sus patas delanteras e intensa expresión en su rostro y su mirada, como acechando a una presa, sugiere que está a punto de abalanzarse hacia el espacio negativo al lado derecho del encuadre. Y todo se ve claramente reflejado en el agua. ¡Bien hecho Steve, pulgares arriba por esta poderosa imagen!.
Cerramos así la primera fase de esta producción. Manténganse en sintonía con nosotros para compartir con ustedes el privilegio de ser testigos de una de las más grandes colonias de flamencos del Planeta Tierra, en plena temporada de anidación. Es realmente una vista que vale la pena apreciar, en completo technicolor.
I.G.H.
Con agradecimiento especial a Pronatura Peninsula de Yucatán por su apoyo logístico y acceso a la reserva privada El Zapotal.
GRAN AGRADECIMIENTO a Steve Winter por permitirnos utilizar sus imágenes en este reportaje.
Gracias también muy especialmente a Roselys Oropeza, Jefe de Producción de Kinetrópico, por diseñar nuestro itinerario, seguir nuestro progreso en cada fase del camino y proveer apoyo continuo desde nuestra base en Mérida, Yucatán.